Blogia

ledesma

Modernismo en el Peru

 

MODERNISMO EN EL PERU

Literatura peruana es un término que se refiere a las manifestaciones literarias producidas en el territorio del Perú. Dentro de este marco se incluye la literatura producida en el Virreinato del Perú durante el período colonial y rezagos de formas artísticas orales de poesía amerindia (vinculada a cualquiera de las diversas etnias regionales existentes en la época de la conquista, como quechuas, aymaras o chankas).

Tradición andina prehispánica

Largamente desconocida, la producción artística del período prehispánico (especialmente vinculada con el Imperio de los Incas), en el territorio centro-andino (correspondiente a Ecuador, Perú, Bolivia y Chile) tuvo manifestaciones en formas poéticas (en lengua quechua o runa simi) denominadas harawis (poesía lírica) y hayllis (poesía épica), a cargo de un aeda, denomidado harawec. Estas manifestaciones formaban parte del quehacer cotidiano. Funerales, fiestas, parrandas nupcias, peleas, guerras, etc. estaban enmarcadas en una ritualización expresada a través de el arte.

Junto a la poesía también existieron relatos orales (transmitidos de esta forma debido a la inexistencia de la letra escrita en la América prehispánica, véase Tradición oral) que expresaban la cosmología del mundo andino (mitos de creación, diluvio, etc.). Muchos de estos relatos (y poesías) han llegado a nuestros días de forma diferida, plasmados en los trabajos de los primeros cronistas (el Inca Garcilaso recupera poesía quechua, mientras que Guamán Poma de Ayala relata el mito de las cinco edades del mundo).

Esta tradición, fue largamente desconocida hasta el siglo XX. Su inclusión en el ’canon’ oficial es lenta. Ya en su tesis: El carácter de la literatura del Perú Independiente (1905), José de la Riva Agüero considera "insuficiente" la tradición quechua como para ser un factor predominante en la formación de la nueva tradición literaria (peruana). Posteriormente Luis Alberto Sánchez reconoce ciertos elementos de tradición y su influencia en la tradición posterior (en autores como Melgar) para dar base a su idea de literatura mestiza o criolla (hija de dos fuentes, una indígena y otra española), para esto consulta fuentes en las crónicas (Cieza, Betanzos y Garcilaso).

Adolfo Vienrich, autor de Azucenas quechuas.
Adolfo Vienrich, autor de Azucenas quechuas.

La apertura real a la tradición prehispánica surge en las primeras décadas del siglo XX gracias al trabajo de estudiosos literarios y antropólogos que recopilaron y rescataron mitos y leyendas orales. Entre ellos destacan Adolfo Vienrich con Tarmap Pacha Huaray (Azucenas Quechuas, 1905) y Tarmapap Pachahuarainin (Fábulas quechuas, 1906), Jorge Basadre en La literatura inca (1938) y En torno a la literatura quechua (1939) y los estudios antropológicos y folclóricos de José María Arguedas (en particular su traducción de Dioses y hombres de Huarochirí). Los trabajos más contemporáneos incluyen a Martin Lienhard (La voz y su huella. Escritura y conflicto étnico-cultural en América Latina. 1492-1988., 1992), Antonio Cornejo Polar (Escribir en el aire. Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. , 1994), Edmundo Bendezú (Literatura Quechua, 1980 y La otra literatura, 1986) y Gerard Taylor (Ritos y tradiciones de Huarochirí. Manuscrito quechua del siglo XVII, 1987; Relatos quechuas de la Jalca, 2003).

Precisamente es Bendezú quien afirma que la otra literatura (hecha o escrita en quechua) se constituye, desde la conquista, en un sistema marginal opuesto al dominante (de vena hispánica) y postula la existencia permanente y cubierta de una tradición de cuatro siglos. Habla de una gran tradición ("enorme masa textual") marginada y dejada de lado por el sistema escritural occidental, ya que esta "otra" literatura es, como el quechua, plenamente oral.

Véase también: Letras cusqueñas

Conquista y colonia

Descubrimiento y conquista

El término literatura del descubrimiento y conquista, acuñado por Francisco Carrillo, designa el período que incluye todas las obras producidas durante el proceso de descubrimiento y conquista del Perú, inaugurado el 15 de noviembre de 1532 en Cajamarca con la captura del último Inca, Atahualpa y finalizado con la desestructuración del Imperio Incaico y la fundación de la ciudad de Lima- La literatura relacionada a este período, aunque no necesariamente escrita durante este marco temporal (como se ve en los últimos cronistas en tocar el tema), sí se vincula a los eventos desarrollados antes o durante este. Las principales manifestaciones literarias de este período son las crónicas, cartas de descubrimiento y relaciones. Los estudios literarios más importantes realizados sobre este período incluyen la Enciclopedia histórica de la literatura peruana de Francisco Carrillo y los diversos libros sobre los cronistas antiguos publicados por Raúl Porras Barrenechea.

Primera página de la Chrónica del Perú de Pedro Cieza de León.
Primera página de la Chrónica del Perú de Pedro Cieza de León.

Cronistas españoles

A decir de Francisco Carrillo, existen varios grupos de escritores. Los primeros son los cronistas de la conquista y colonia, escritores-soldados que realizan la labor de cronistas oficiales de las expediciones (en su mayoría) y un grupo pequeño de cronistas no oficiales, que presentan su vision particular de los hechos sucedidos. Ambos grupos escriben en un primer momento, durante el período 1532-1535. En el primer grupo se incluye a Francisco de Xerez, secretario personal de Pizarro que escribió la Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia de Cuzco llamada la Nueva Castilla (1531); también la Relación Sámano-Xerez escrita por el mismo autor (1528), en la que se describen los primeros viajes de Pizarro realizados entre 1525 y 1527; Relación del descubrimiento del famoso río grande de las Amazonas escrito por Fray Gaspar de Carvajal (1541-1542) y describe la primera expedición y cartografía de la amazonía peruana, pueblos y habitantes indígenas. Pedro Sancho de la Hoz, en su La conquista del Perú (1550) continúa y defiende la versión presentada por Xerez ante la irrupción de Cristóbal de Mena y su La conquista del Perú llamada la Nueva Castilla (1534). Vale la pena mencionar además la Noticia del Perú de Miguel de Estete (1535); la Relación de muchas cosas acaescidas en el Perú, en suma para atender a la letra la manera que se tuvo la conquista y poblazon destos reinos... de Cristóbal de Molina, el chileno (1552) primera crónica identificada con el indio conquistado (tomada luego por Bartolomé de las Casas como fuente) y finalmente, la crónica de Pedro Cieza de León, conocida actualmente como Crónica del Perú, publicada en 4 partes: Parte Primera de la Chrónica del Perú (1550), El Señorío de los Incas (publicado siglos después, en 1873 pero compuesto entre 1548 y 1550), Descubrimiento y Conquista del Perú (publicado en 1946) y la cuarta parte, compuesta a su vez de cinco libros: La guerra de las Salinas, La guerra de Chupas, La guerra de Quito, La guerra de Huarina y La guerra de Jaquijaguana (publicados en 1877, 1881, 1877 respectivamente). Los últimos dos libros fueron nunca fueron escritos debido a la muerte del autor.

El grupo anteriormente descrito, aunque mixto y esparcido temporalmente, se caracteriza por un rasgo común, su origen. Todos los cronistas mencionados son, de acuerdo a la denominación utilizada por Francisco Carrillo, cronistas españoles. Todos ellos escriben desde la perspectiva del conquistador cuya misión es civilizar y "llevar la verdadera fe" a las Indias. La aproximación de los cronistas a la historia de las sociedades y pueblos indios, si bien representa un esfuerzo de comprenderlos (Betanzos aprende el quechua para su Suma y narración de los Incas, 1551) no deja de presentar imágenes equivocadas, tergiversando las palabras.

Cronistas Nativos

Edición autógrafa del Primer nueva corónica y buen gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala.
Edición autógrafa del Primer nueva corónica y buen gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala.

A este gran grupo, se opone otro, denominado cronistas nativos y mestizos. Los cronistas nativos son miembros de élites regionales e incluso miembros de la familia real incaica, como Titu Cusi Yupanqui, que en 1570 escribiría la Relación de cómo los españoles entraron en Pirú y el subceso que tuvo Mango Inca en el tiempo que entre ellos vivió, que aprendieron la cultura de los españoles y la utilizan para expresar (a través de la escritura) su vision no-oficial de la historia propia (muchos de ellos presentan crónicas que se remiten a la creación del mundo, las diferentes edades de la tierra, la guerras civiles entre los incas), la tradición y costumbres de sus pueblos, la conquista y los resultados de las colonias. Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, escribe en 1613 la Relación de antigüedades deste reino del Peru y Felipe Guaman Poma de Ayala en su El primer nueva crónica y buen gobierno (sic. escrito entre 1585 y 1615, publicado en 1936) nos presentan el proceso de destrucción del mundo andino (debido a soberbia de los incas o falla en la comunicación con los españoles), tratan de explicar y presentar una alternativa a la realidad caótica que ven. La crónica de Juan de Santa Cruz Pachacuti destaca por un intento de explicar la cosmogonía incaica, su uso rudimentario del español (fuertemente quechuizado), pero no es sino Guamán Poma, en su crónica que es en realidad una extensa carta al rey de España, Felipe III, el que explica desde la creación del mundo hasta una propuesta de una sociedad utópica, dividida en cuatro reinos. Guamán Poma supone un cronista distinto, un momento único ya que no solamente se propone hacer un recorrido histórico del territorio peruano, sino que también lo hace de la Colonia (criticando duramente los abusos de autoridad de los sacerdotes, corregidores y la mezcla entre indios y españoles, Sánchez afirma que se trata de un j’accuse) y postula correcciones a este sistema. Se trata, retomando la idea expresada por Martin Lienhard, del primer cronista que asimila plenamente la letra (española) y la pone al uso de intereses propios. La crónica destaca, además, por su extensión; el manuscrito original está compuesto por 1179 hojas y por el uso, extenso e innovador de ilustraciones que relatan la la realidad que el cronista nos va describiendo (son 398 dibujos).

Cronistas mestizos

Junto a los cronistas indios, y en menor número, existe un grupo de cronistas mestizos. El principal representante de este grupo es el Inca Garcilaso de la Vega. En la crónica de Garcilaso se ha visto el símbolo del Perú mestizo (la mezcla de español e indio), criollo, en busca de un renacimiento social. Su más conocida obra son los Comentarios reales de los Incas (dividida en dos partes, la primera conocida bajo el mismo nombre, publicada en 1609 y la segunda llamada Historia general del Perú publicada un año después de su muerte, en 1617), crónica en la que ofrece, del mismo modo que Guamán Poma una mirada sobre la historia del pasado andino, aunque Garcilaso se centra claramente en una exaltación y vision utópica del período de gobierno de los Incas (entre cuya nobleza se incluye). Garcilaso es también el primer cronista que rescata poesía quechua. Otro aspecto destacable de su cróncia es la íntima conexión entre él (como cronista) y los eventos que suceden, Garcilaso se presenta como el último conocedor (de un pasado ya inexistente), de un imperio glorioso que intenta relatar. Otra crónica escrita por este autor es La Florida del Inca (publicada en Lisboa en 1605) construida a partir de datos recogidos por el autor del expedicionario Gonzalo Silvestre, miembro del grupo dirigido por Hernando de Soto a su travesía por la Florida.

Otros cronistas

Adicionalmente existe un grupo de cronistas que se adscribe temáticamente a relatar el descubrimiento y conquista del territorio peruano, pero que lo hace de forma tangencial o no centrándose específicamente en este tema (como veremos en el caso del padre De las Casas). La mayoría de cronistas de este grupo escribe sus obras en un período posterior a la conquista y las guerras internas entre Pizarro y Almagro. En este grupo se inclye a Bartolomé de las Casas, sacerdote dominico que en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) incluye un capítulo titulado De los grandes reinos y grandes provincias del Perú en el que se relata la captura y muerte de Atahualpa, enmarcado en el espíritu de denuncia de la obra.

Otros cronistas importantes son Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano (primera parte publicada en 1535, editada completamente entre 1851 y 1855); Francisco López de Gómara dedica los capítulos 108 al 195 de su Historia general de las Indias y conquista de México (1552) a la conquista y guerras civiles del Perú; Antonio de Herrera dedicó el tercer volumen de su Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (también conocida como Décadas, 1601-1615) a la conquista del Perú relizada por Pizarro y el milanés Jerónimo Benzoni que en el tercer libro de su Dell’historia del mondo nvovo (Venecia, 1565) realiza un recuento de la historia y características del reino del Perú.

Colonia

El término literatura colonial (o literatura de la Colonia) hace referencia al estado del territorio denominado Perú, durante los siglos XVI al XIX (1821 marca la fecha de Independencia), conocido como Virreinato del Perú, cuya extensión cubría toda Sudamérica, con la excepción de Caracas (pertenecía a Nueva España, México) y la mitad del Brasil actual (dominio de Portugal). Resultado de la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos de Lima el 12 de mayo de 1551 por Real Provisión de Carlos I de España y V de Alemania, primera en América (véase disputa entre la Universidad de San Marcos y la Universidad de Santo Tomás de Santo Domingo respecto a la calidad de primera), y la instalación en Lima de la primera imprenta de Sudamérica, la del turinés Antonio Ricardo en 1583, instituciones que impulsaron el temprano desarrollo intelectual de los peruanos.

Es indispensable señalar, que el virreinato de Nueva Granada (Colombia, Venezuela, Ecuador) se instaló en 1740, y el virreinato del Río de la Plata (Argentina, Paraguay, Uruguay y parte de Bolivia) lo fue en 1776. En suma, se podría decir que el virreinato de Nueva Granada duró 70 años, el del Río de la Plata, 33 años y el del Perú, 300 años.

Siglo XVI

El primer libro publicado en la ciudad de Lima es la Doctrina Christiana y Cathecismo para la Instrucción de los Indios (1584) de Antonio Ricardo, con lo que se inaugura propiamente la idea de literatura peruana. Este primer catecismo, es publicado en castellano, quechua y aymará. Durante las décadas anteriores, ya se había establecido el sistema de reducciones producto de las reformas del virrey Toledo (1569-1581) que han separado la sociedad colonial en dos repúblicas, república de Indios y republica de Españoles (período en el que se realiza la mayor cantidad de extirpación de idolatrías). También se han promulgado las Leyes de Indias que establecen:

“[q]ue no se imprima, ni vse Arte, ni Vocabulario de la lengua de los Indios, sin estar aprobado conforma á esta ley”; “[q]ue no se consientan en las Indias libros profanos y fabulosos. Porqve de llevarse á las Indias libros de Romance, que traten de materias profanas, y fabulosas y historias fingidas se siguen muchos inconvenientes (…) que ningun Español, ni Indio los lea”; “[q]ue se recojan los libros de Hereges, y impida su comunicación. Porqve los Hereges Piratas con ocasion de las presas y rescates han tenido alguna comunicacion en los Puertos de Indias, y esta es muy dañosa á la pureza con que nuestros vasallos creen y tienen a la Santa Fé Catolica por los libros hereticos y proposiciones falsas, que esparcen y comunican á gente ignorante.”
Leyes de Indias, Libro I, título XXIVcolor
Primera página de la Historia natural y moral de las Indias del padre jesuita José de Acosta.
Primera página de la Historia natural y moral de las Indias del padre jesuita José de Acosta.

Estos dos factores determinarán que la inicial producción literaria en la Colonia se limite a círculos de influencia principalmente hispánica, producida en las grandes ciudades por hijos de españoles (españoles americanos). La literatura se cultiva en círculos ilustrados, estrechamente vinculados con la Iglesia (que imparte la educación entre las élites sociales, ya que todos los colegios y convictorios estaban dirigidos por órdenes religiosas). De la Iglesia es precisamente el padre José de Acosta quién presta mayor atención al mundo americano ya que junto a sus reflexiones religiosas y teológicas, encontramos una clara preocupación por la geografía y fisiología de los pueblos naturales del Perú. Acosta representa un momento en el que los estándares estéticos renacentistas están aún presentes en la escena literaria. En 1586 publica Peregrinación de Bartolomé Lorenzo, en 1588 De Natura Novi Orbis, et De Promulgation Evangelii apud barbaros, sive de Procuranda indorum salute (De la naturaleza del nuevo mundo...) y en 1590 su obra más conocida Historia natural y moral de las Indias.

Entre los escritores más destacados, está Diego de Hojeda (¿1571?-1615, autor de la Cristiada, -1611-, primer poema épico - místico escrito en América,en octavas, poeta sevillano, ordenado sacerdote en el Perú en 1591).

Clarinda (seudónimo de la autora o autor del Discurso en loor de poesía, poema en tercetos, que apareció en el Parnaso Antártico- 1608- de Diego Mejía de Fernangil), Amarilis (seudónimo de la autora o autor de la Epístola a Belardo, escrita en silva, dirigida a Lope de Vega y que éste reprodujo en La filomena- 1621- ) Juan del Valle y Caviedes (1652 o 1654-después de 1696, autor del Diente del parnaso- 1689-, poeta satírico y costumbrista) Juan de Espinoza Medrano llamado "El Lunarejo", estudioso y dramaturgo, -hacia 1629-1688, autor de piezas dramáticas religiosas, sermones y del Apologético en favor de D. Luís de Góngora, príncipe de los poetas líricos de España- 1662- y La Novena maravilla...-1695-.

Diego Mejía de Fernangil ¿?- hacia 1617, es autor de la primera parte del Parnaso Antártico , 1608, la segunda parte no llegó a publicarse. P. Bernabé Cobo S.J., 1580-1657, escribió la crónica Historia del nuevo mundo, en 4 volúmenes, 1890-1893, y la Historia de la fundación de Lima, 1882. Luis Antonio Oviedo y Rueda, Conde de la Granja, 1636-1717, poeta y autor teatral, miembro de la Academia Literaria fundada por el Virrey Castell dos Rius, autor de La vida de Santa Rosa..., 1711 y Poema sacro de la pasión..., 1717.

Siglo XVII

A fines del siglo XVII aparece la actividad literaria de Lorenzo de las Llamosas (c.1665-c.1705) quien después de unos pocos años de permanencia en el Virreinato del Perú, viaja a España donde desarrolla actividades en la Corte del Rey , como militar y al mismo tiempo como autor de obras de teatro y didácticas.

A caballo entre la segunda mitad del Siglo XVII y la primera del XVIII desarrolla su actividad el limeño José Bermúdez de la Torre y Solier,(1661-1746) poeta, autor del poema Telémaco en la isla de Calipso, fue jurisconsulto, así como también rector de la Universidad de San Marcos de Lima.

Siglo XVIII

En el siglo XVIII está el humanista Pedro de Peralta y Barnuevo 1664-1743, con una obra que abarcó diversos campos del saber y siendo autor de tragedias y sainetes que pueden considerarse precursores del costumbrismo, entre ellas Lima fundada 1732, Lima triunfante 1728, El cielo en el Parnaso.

Fray Francisco del Castillo O. M. (1716-1770), conocido como "El ciego de La Merced", fraile, dramaturgo y poeta, sin duda el mejor autor teatral de la colonia y entre cuyas obras destacan La conquista del Perú, una de las primeras en ofrecer una perspectiva crítica de la conquista del Perú, Todo el ingenio lo allana, Mitridates, rey del Ponto, el entremés Del justicia y litigantes. Este fraile pertenecía a la Orden de la Merced y no debe ser confundido con el sacerdote jesuita Francisco del Castillo S.J.(1615-1673), quien vivió y trabajó en la misma Ciudad de los Reyes (hoy Lima), pero un siglo antes, es decir a principios del siglo XVII.

Destaca también Alonso Carrió de la Vandera, 1714 o 1716-1783, que bajo el seudónimo de Concolorcorvo, escribió el Lazarillo de ciegos caminantes, libro que durante bastante tiempo fue erróneamente atribuído a Calixto Bustamante Carlos Inca y que trata de un viaje realizado entre Lima y Buenos Aires.

A fines del siglo XVIII y coincidiendo con el fin del mandato del Virrey don Manuel Amat y Juniet, se representó en las gradas de la catedral de Lima un drama, el Drama de los palanganas: veterano y bisoño que es una crítica despiadada contra el gobierno y la persona de este virrey, en particular sus amoríos con la La Perricholi. El texto ha sido rescatado por el crítico literario don Luis Alberto Sánchez.

Esteban de Terralla y Landa, un poeta satírico, usó también el seudónimo de Simón Ayanque para publicar su libro Lima por dentro y fuera, 1797.

La época colonial concluye con la obra poética del arequipeño Mariano Melgar 1791-1815, en cuyos versos se prefigura el romanticismo y muestra un mestizaje entre la poesía culta y las canciones populares indígenas. Su obra se enmarca más dentro de la época republicana que de la anterior, y consta de Carta a Silvia 1827 y Poesías 1878.

República

Siglo XIX [

Las primeras corrientes literarias del Perú independiente fueron el costumbrismo y el romanticismo. Al primer periodo pertenecen los dramaturgos cómicos y poetas satíricos Felipe Pardo y Aliaga 1806-1868, autor de Un viaje, Frutos de la educación y Manuel Ascencio Segura y Cordero 1805-1871, autor de La Pepa, El sargento Canuto, Lances de Amancaes, Ña Catita (quien retrata mejor los tipos populares de Lima y es considerado el mayor dramaturgo nacional de este siglo). Narciso Aréstegui 1818 o 1820-1869, autor de la novela El padre Horán. Flora Tristán 1803-1844, autora de Peregrinaciones de una paria, y Mephis que es una novela. Manuel Atanasio Fuentes, conocido como El murciélago 1820-1889, autor de Lima ,1867.

Cercana al costumbrismo está la obra de don Ricardo Palma, 1833-1912 autor de las Tradiciones Peruanas, la obra más conocida del siglo, en la que a través de una serie de tradiciones, género inventado por él, que combina elementos de historia con fabulaciones propias, narra la historia de Lima y del Perú durante las épocas incaica, colonial y republicana , La bohemia de mi tiempo, Papeletas lexicográficas y Tradiciones en salsa verde

Al segundo los poetas y dramaturgos Carlos Augusto Salaverry, Arnaldo Márquez , Luis Benjamín Cisneros, Clemente Althaus y Pedro Paz Soldán y Unanue , seudónimo Juan de Arona. Sus obras, por lo general fueron artificiales y abusaron del sentimentalismo. Las obras de teatro, frecuentemente cultivaron el mismo sentimiento y exageraron los enredos de modo inverosímil, ejemplo de ello es el drama "El Poeta Cruzado" del poeta Nicolás Corpancho, alabado en su tiempo y olvidado actualmente.

Tras la guerra del Pacífico hay una reacción contra el romanticismo, liderada por el intelectual Manuel González Prada, quien cultivó una poesía que por su temática estetizante y la introducción de nuevas formas métricas, fue un claro precursor del modernismo. En este período se cultivó, de un modo bastante tenue, el realismo en la novela, que toma desarrollo a partir de entonces en el Perú.

Una característica resaltante en este período, es el surgimiento de un grupo de escritoras. Muchas de ellas —habiendo perdido a sus cónyuges e hijos mayores en la guerra con Chile— tuvieron que ganarse la vida por sí mismas, y cultivaron su vocación literaria a través de tertulias, la principal de las cuales fue la de la argentina Juana Manuela Gorriti, en las que se discutía sobre los problemas sociales y sobre la influencia de las formas europeas. Escribieron novelas que en cierto modo pueden calificarse como realistas. Tal es el caso de Mercedes Cabello de Carbonera, con su novela El conspirador y Clorinda Matto de Turner, con su novela Aves sin nido.

Siglo XX

Artículo principal: Literatura peruana del siglo XX
César Vallejo frente a la Puerta de Brandeburgo, en Berlín
César Vallejo frente a la Puerta de Brandeburgo, en Berlín

El modernismo y las vanguardias

El modernismo se desarrolla en el Perú a partir del poema "Al amor" de Manuel Gonzáles Prada, publicado en el diario El Comercio en 1867, donde el poeta fusiona un conjunto de géneros poéticos provenientes de Europa, dando como resultado el triolet. Esta tendencia, resultado del cosmopolitismo que vivía el Perú, pronto se desarrolló en otras partes de América Latina, tal es el caso de Cuba mediante la poesía de José Martí, Nicaragua en la voz de Rubén Darío, Argentina mediante Leopoldo Lugones, Uruguay a través de Julio Herrera y Reissig, México en la obra de Manuel Gutiérrez Nájera. A pesar de sus tempranos antecedentes con Manuel Gonzáles Prada, el modernismo alcanzará en el Perú un pleno desarrollo tardíamente, a inicios del siglo XX. Destacó José Santos Chocano, cuya obra grandilocuente que gusta de la retórica y de la descripción de paisajes está en realidad más próxima a Walt Whitman y al romanticismo; Alberto Ureta, cuyos poemas, de tono reflexivo y melancólico poseen mayor calidad y José Bustamente y Ballivian.

José María Eguren abrió el camino de la innovación en la poesía peruana con sus poemarios La Canción de las figuras 1916 y Simbólicas 1911, próximos al simbolismo y que reflejaban su mundo interior mediante imágenes oníricas, con las que reacciona contra la retórica y el formalismo modernistas.

Hasta 1920 el modernismo era la tendencia dominante en el cuento y la poesía, pero desde 1915 la vanguardia literaria hizo tímidamente su entrada en la musa nacional. César Vallejo, con sus obras fuertemente innovadoras en el lenguaje centradas en la angustia y en la condición humana, pertenece a este período, en el que también aparecieron los poetas Alberto Hidalgo, Xavier Abril, Carlos Oquendo de Amat, Luis Valle Goicochea y los surrealistas César Moro y Emilio Adolfo Westphalen.

César Vallejo Poeta Universal
César Vallejo Poeta Universal

El escritor más destacado del momento es Abraham Valdelomar, quien en su breve vida cultivo el cuento, la novela, el teatro, la poesía, el periodismo y el ensayo. Destacan sobre todo sus cuentos, que narran con bastante ternura historias de las ciudades provincianas y, en menor medida, relatos de Lima o cosmopolitas. En 1916 fundó la revista Colónida que agrupó a varios jóvenes escritores y que, a pesar de su breve existencia (tan sólo se publicaron cuatro números) abrió el camino para la entrada de nuevos movimientos como la vanguardia en la literatura peruana.

Otros autores, que junto con Valdelomar inauguran el cuento en el Perú fueron Clemente Palma, que escribió cuentos decadentes, psicológicos y de terror, influido por el realismo ruso y por Poe; y Ventura García Calderón, quien mayormente escribió cuentos exóticos sobre el Perú. También se encuentran Manuel Beingolea, Manuel Moncloa y Covarrubias, "Cloamón" y Fausto Gastañeta

En el plano del teatro, con escasas obras de valor en éste período, figuran las comedias del poeta festivo Leonidas Yerovi y, posteriormente las obras de denuncia social y cariz político de César Vallejo, que pasaron mucho tiempo antes de ser publicadas o representadas. Ya en los años ’40 la influencia tardía del modernismo y del teatro poético se reflejará en las obras de Juan Ríos, a las que se les ha criticado su excesiva retórica poética, generalmente ambientadas en tiempos remotos o en leyendas y que buscan ser un referente general del hombre.

Indigenismo

En el Perú el tema principal de la literatura indigenista era el indio, cuyo predominio en la literatura se había iniciado en los años ’20 y ’30, primero con los cuentos de Enrique López Albújar y más tarde con las novelas de Ciro Alegría. Así empezó la interesante controversia sobre indigenismo e indianismo, vale decir, sobre la cuestión de que no sean los mismos indios quienes escriban sobre su problemática. Esta corriente literaria alcanzó su máxima expresión en la obra de José María Arguedas, autor de Los ríos profundos, Todas las sangres, Agua, El sexto, El zorro de arriba y el zorro de abajo, La agonía de Rasu Ñiti ,quien debido a su contacto con los indígenas en la infancia, pudo asimilar como propias su concepción del mundo y experiencias.

Generación del cincuenta

La modernización de la narrativa peruana comienza con la Generación del ’50, enmarcada políticamente con el golpe del General Manuel A. Odría en 1948 y las elecciones de 1950 en las que se autoelige Presidente de la República. Durante la década anterior había comenzado un movimiento migratorio del campo a la ciudad (preferentemente a la capital), que durante los años cincuenta se potencializa al máximo y resulta en la formación de barriadas y pueblos jóvenes, la aparición de sujetos marginales y desplazados socialmente. La literatura producida en este período estuvo influida notablemente por las vanguardias europeas; en particular, el llamado modernismo anglosajón de Joyce y en el ambiente norteamericano la obra novelística de Faulkner y la Generación Perdida. También influyó notablemente la literatura fantástica de Borges y Kafka.

La generación del cincuenta es un momento en el que la narrativa se vincula de forma muy fuerte con el tema del desarrollo urbano, la experiencia de la migración andina hacia Lima (un incremento drástico de la población a partir de finales de la década del 40). Muy relacionada con el cine neorrealista italiano, presenta la realidad de la urbe cambiante, la aparición de personajes marginales y problemáticos. Entre los narradores más representativos resaltan Julio Ramón Ribeyro con Los gallinazos sin plumas (1955), Enrique Congrains con la novela Lima, hora cero (1954) y el libro de cuentos No una, sino muchas muertes (1957) y Luis Loayza .

Junto a los narradores, surge un grupo de poetas entre los que destacan Javier Sologuren, Jorge Eielson y Blanca Varela.

Durante ese decenio y el siguiente el teatro experimenta un período de renovación, inicialmente con las piezas de Sebastián Salazar Bondy (generalmente comedias de contenido social) y más tarde con Juan Rivera Saavedra, con obras con fuerte denuncia social, influidas por el expresionismo y el teatro del absurdo. Durante estos años penetrará fuertemente la influencia de Brecht entre los dramaturgos. Juan Palacios

Generación del sesenta

La Generación del 60 en Poesía tuvo a representantes del calibre de Luis Hernández, Javier Heraud y Antonio Cisneros, laureado con el Premio de Poesía Casa de las Américas, otorgado por Cuba. No sería serio olvidar en este acápite a los talentosos vates César Calvo, Rodolfo Hinostroza y Marco Martos.

Es de esta generación Mario Vargas Llosa, que obtiene muy joven el Premio Biblioteca Breve y conforma, junto con Julio Cortázar de Argentina, Carlos Fuentes de México y Gabriel García Márquez de Colombia el llamado Boom latinoamericano. La ciudad y los perros, la novela galardonada, era la primera obra latinoamericana en asimilar los procedimientos de estilo del modernismo anglosajón, como el monólogo interior que dio a conocer James Joyce y los saltos temporales.

La narrativa y la poesía peruanas de fines de la década de 1960 tuvieron tanto un carácter generacional como uno ideológico. Era un tiempo en que la literatura era vista como un medio, como un instrumento, para crear una conciencia de clase. Eran los años del auge de la revolución en Cuba y en el Perú la mayoría de intelectuales ansiaban una revolución marxista que rompiera el viejo orden oligárquico y feudal. Algunos escritores aspiraban a un proceso como el cubano (el poeta Javier Heraud, por ejemplo, murió en mayo de 1963, en la selva peruana, integrando una columna que pensaba lanzar la lucha guerrillera), otros tenían sus propios modelos. En este periodo de intenso compromiso social al escritor le queda poco espacio para el compromiso con su propia obra. A fines de esta década surge el grupo Narración, influido por el maoísmo y liderado por Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso. Publicaron una revista con el mismo nombre, aunque tenían pensando llamarla "Agua", evocando a Arguedas y las tensiones sociales que muestra ese libro.

Generación del setenta

También a fines de la década del ’60 surgen en la escena poética limeña los movimientos literarios Gleba (Ricardo Falla, Manuel Morales, Jorge Ovidio Vega y otros), Estación Reunida (José Rosas Ribeyro, Elqui Burgos, Tulio Mora, Oscar Málaga, Ana María Mur y otros) y Hora Zero (Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Jorge Nájar, José Carlos Rodríguez, entre otros). Estos grupos, que se decantarán luego en lo que se ha dado en llamar la Generación del 70, se caracterizaron por el tono protestatario e iconoclasta del yo poético que se evidencia más en textos y manifiestos de marcado acento ideológico en pro del socialismo que en sus expresiones estéticas. A raíz de una supuesta falta de compromiso social, se producen altercados entre uno de los líderes de Hora Zero, Jorge Pimentel, y el poeta, ya consagrado, Antonio Cisneros. En este marco se produce el curioso reto de Pimentel a un "duelo poético" a Cisneros (declamar ambos ante un público casual para que espontáneamente los circunstantes determinen al vencedor), pero éste no aceptó el desafío. "Han empezado con el píe derecho, camaradas. Ahora falta que escriban con la mano...", les dijo a sus jóvenes colegas. Cabe señalar, también, que en este periodo del proceso de la literatura peruana hicieron su aparición como poetas Rosina Valcárcel, Sonia Luz Carrillo, Enrique Verástegui, Carmen Ollé, María Emilia Cornejo, Alfredo Pita, Patrik Rosas, Abelardo Sánchez León, y -ya en la segunda mitad de dicha década- Enrique Sánchez Hernani, Luis Alberto Castillo, Juan Carlos Lázaro, Bernardo Rafael Alvarez, Luis La Hoz, Armando Arteaga, entre otros. Algunos como Ollé, Pita, Rosas y Sánchez León harían luego una importante obra narrativa. También aparecen los primeros ensayos narrativos de Fernando Ampuero.

En el teatro hace irrupción la creación colectiva frente a las obras de autor. El movimiento fue liderado por varios grupos teatrales surgidos en estos años, entre los que destacan Cuatrotablas, encabezado por Mario Delgado, y Yuyachkani, por Miguel Rubio Zapata, ambos creados en 1971.

Décadas de 1980 y 1990

Con la década de 1980 viene el desencanto, el pesimismo: la llegada de una revolución comunista deja de ser una utopía, pero ya no se la espera con ilusión, es casi una amenaza. Es tiempo de la Perestroika y los últimos años de la Guerra Fría. Además, la crisis económica, la violencia terrorista y el deterioro de las condiciones de vida en una Lima caótica y superpoblada contribuyeron al desánimo de los escritores. En el plano de la narrativa aparecen los primeros libros de cuentos de Alfredo Pita, Y de pronto anochece; de Guillermo Niño de Guzmán, Caballos de medianoche; y de Alonso Cueto, Las batallas del pasado, autores cuya obra literaria sólo se desarrollará plenamente en años posteriores. En 1990 aparece, editado en España y con escasa circulación en el Perú, un libro de cuentos de Alfredo Pita con un título negro como la década que se cerraba: Morituri. En cuanto a la poesía, surgen en este periodo movimientos marginales, que ahondan la vertiente rebelde de la década anterior, como el movimiento Kloaka, liderado por Roger Santiváñez. Con motivo de la disolución del grupo se editó La última cena, una "autoantología". Paralelamente surge en este periodo una poesía "culta" y "exquisita", sobre todo con Eduardo Chirinos y Magdalena Chocano. Afloran los primeros y diversificados movimientos de poesía de mujeres. La línea feminista dentro de la cual destacan Carmen Ollé, Giovanna Pollarollo y Rocío Silva Santisteban, otra más lírica, donde destaca Rosella Di Paolo, además del intimismo irónico de Milka Rabasa. Cabe mencionar también a Patricia Alba, Mariela Dreyfus y Dalmacia Ruiz-Rosas.

En el último decenio del siglo la literatura es más individualista y no se trata de conformar un grupo con un pensamiento político, ni se pone tanto acento en el compromiso social como en la intención estética. Han destacado en el campo dramático Enrique Mávila y Mariana de Althaus, que se han caracterizado por la asimilación de diferentes tendencias teatrales contemporáneas y Alonso Alegría, hijo de Ciro Alegría. Se afianza la figura de José Watanabe, que había hecho un trabajo silencioso desde la década de 1970 sin aunarse a ningún debate ni asumir ningún tono político en su obra. En la narrativa la fórmula común es Joven-Urbano-Marginal; de este modo, además de Jaime Bayly, que tiene preferencia por lo sensacionalista, destacan Óscar Malca con Al final de la calle, Sergio Galarza con Matacabros y Manuel Rilo con Contraeltráfico; quienes cultivan un realismo dedicado a describir el mundo urbano. Por otra parte, aparecen algunos escritores cuya obra escapa a los moldes de su generación, entre ellos destacan Mario Bellatin, con Salón de belleza, quien luego viajó a México (su país natal) y se asentó allá como escritor mexicano, Iván Thays, con Las fotografías de Frances Farmer y Patricia De Souza con Cuando llegue la noche.En poesía destaca la obra de Miguel Ildefonso, Montserrat Alvarez, Lorenzo Helguero, Martín Rodríguez-Gaona, Jerónimo Pimentel, José Carlos Yrigoyen, y otros más.

Literatura del siglo XXI

Con el cambio de siglo y en los primeros años de la década se da un fenómeno singular, inesperado para algunos. Varios de los premios internacionales más importantes son entregados a escritores peruanos, algunos de ellos desconocidos hasta ese momento en el extranjero. De hecho, este repunte de las letras peruanas empieza en 1999, cuando la novela El cazador ausente, de Alfredo Pita, gana el Premio Internacional de Novela Las dos orillas, concedido por el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (España). El libro de Pita fue de inmediato traducido y publicado en cinco países europeos: Métailié, París; Seix Barral, Barcelona; Guanda, Milán; Asa, Lisboa; y Opera, Atenas. Tres años después, en 2002, un narrador ya consagrado, Alfredo Bryce Echenique, obtiene con El huerto de mi amada el Premio Planeta, otorgado por Planeta, la editorial más poderosa de España y una de las mayores del mundo. El año siguiente, en 2003, Pudor, segunda novela de Santiago Roncagliolo, queda entre las cuatro finalistas del Premio Herralde y es luego publicada por Alfaguara en 2004 con una audaz operación de márketing. En 2005, Jaime Bayly, criticado por sus detractores por el supuesto carácter comercial y por los estereotipos sociales que vehiculizaría en sus novelas, es único finalista del Premio Planeta. Ese mismo año Alonso Cueto logra el Premio Herralde con La hora azul. En 2006, Roncagliolo, con Abril rojo, obtiene el premio de novela otorgado por su casa editora, Alfaguara, que publica de inmediato el libro y lo convierte en uno de los escritores más exitosos del momento. En 2007 la novela El susurro de la mujer ballena, de Cueto, queda finalista en la primera edición del Premio Planeta Casa de América. Ese mismo año un nuevo sello español, 451 Editores, publica la novela Casa del escritor Enrique Prochazka.

En paralelo al resurgimiento internacional y al reconocimiento de autores como los mencionados, o como el poeta José Watanabe, descubierto en poco antes de su temprana muerte por los editores extranjeros, en los últimos años también se ha dado un proceso interno que involucra a autores más vinculados a la cultura andina. Es a raíz de una polémica que se dio a través de artículos sucesivos, y sobre todo agresivos, publicados en diarios peruanos por los denominados escritores ’criollos’ (genérico que incluye a algunos de los narradores reconocidos internacionalmente, no a todos) y por los ’andinos’, que se comienza a entrever que hay una nueva generación de escritores provincianos, en ruptura con Lima, con sus salones y sobre todo con su segregación. Estos escritores se asimilan a un sistema literario que quieren más peruano que el otro, vinculándose con la narrativa indigenísta (y regionalista) de los años 40 (en particular surgen lazos con Alegría y Arguedas), con la obra de Manuel Scorza y con la narrativa regionalista y de ruptura de los años 70 (Eleodoro Vargas Vicuña, Carlos Eduardo Zavaleta, Edgardo Rivera Martínez, el grupo Narración), pero bajo cánones distintos. Se deja de lado la idea de ’compromiso’ de Narración por ejemplo, y se privilegia una reconstrucción del pasado a través de un proceso de ficcionalización de la historia, retomando aquí, un punto explotado por la nueva narrativa hispanoamericana y el boom. Así, si no son los primeros, son los que más ahondan en el tratamiento literario del proceso de la guerra interna (1980-1993). Un ejemplo sería Rosa Cuchillo de Óscar Colchado. La inserción en el mercado literario nacional de estos escritores es, además, distinta a los narradores capitalinos, ya que la difusión de sus obras se realiza principalmente en provincias y a través de formas alternativas (ferias regionales, conciertos folclóricos, periódicos o revistas de tiraje limitado). Fuertemente marcados por la oralidad y tradiciones andinas, los nombres más conocidos, además de Colchado, son Dante Castro, Félix Huamán Cabrera y Zein Zorrilla.

Es importante señalar, asimismo, el significativo crecimiento que ha experimentado el mercado editorial peruano en la primera década del siglo XXI, debido a la vigencia de la Ley del Libro y el impulso del Plan Lector de Ministerio de Educación. Por un lado, han aparecido diversas editoriales independientes, como Estruendomudo, Matalamanga, Sarita Cartonera, Bizarro, Borrador Editores, [sic] libros, Mundo Ajeno, Tranvías, Lustra, Mesa Redonda, Casatomada, Editorial Arkabas, Gaviota Azul Editores, entre otros. Por el otro, uno de los mayores grupos editoriales del mundo de habla hispana, Planeta, inauguró en 2006 su filial en el Perú, dando un ulterior impulso a un mercado editorial en el que ya operaban otros dos grandes grupos internacionales: Santillana (España) y Norma (Colombia). Este pequeño boom editorial ha permitido que un número elevado de jóvenes escritores publique sus primeros trabajos durante esta década.

Ruben Dario (el triunfo de caliban)

 

"El triunfo de Calibán" (1)

No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los Bárbaros. Así se estremece hoy todo noble corazón, así protesta todo digno hombre que algo conserve de la leche de la Loba (2).

Y los he visto a esos yankees, en sus abrumadoras ciudades de hierro y piedra y las horas que entre ellos he vivido las he pasado con una vaga angustia. Parecíame sentir la opresión de una montaña, sentía respirar en un país de cíclopes, comedores de carne cruda, herreros bestiales, habitadores de casas de mastodontes. Colorados, pesados, groseros, van por sus calles empujándose y rozándose animalmente, a la caza del dollar. El ideal de esos calibanes está circunscrito a la bolsa y a la fábrica. Comen, comen, calculan, beben whisky y hacen millones. Cantan ¡Home, sweet home! y su hogar es una cuenta corriente, un banjo, un negro y una pipa. Enemigos de toda idealidad, son en su progreso apoplético, perpetuos espejos de aumento; pero su Emerson bien calificado está como luna de Carlyle; su Whitman con sus versículos a hacha, es un profeta demócrata, al uso del Tío Sam; y su Poe (3), su gran Poe, pobre cisne borracho de pena y de alcohol, fue el mártir de su sueño en un país en donde jamás será comprendido. En cuanto a Lanier (4), se salva de ser un poeta para pastores protestantes y para bucaneros y cowboys, por la gota latina que brilla en su nombre.

"¡Tenemos -- dicen -- todas las cosas más grandes del mundo!" En efecto, estamos allí en el país de Brobdingnag (5): tienen el Niágara, el puente de Brooklyn, la estatua de la Libertad, los cubos de veinte pisos, el cañón de dinamita, Vanderbilt, Gould (6), sus diarios y sus patas. Nos miran, desde la torre de sus hombros, a los que no nos ingurgitamos de bifes y no decimos all right, como a seres inferiores. París es el guignol (7) de esos enormes niños salvajes. Allá van a divertirse y a dejar los cheques; pues entre ellos, la alegría misma es dura y la hembra, aunque bellísima, de goma elástica.

Miman al inglés -- but English you know? -- como el parvenu (8) al caballero de distinción gentilicia.

Tienen templos para todos los dioses y no creen en ninguno; sus grandes hombres como no ser Edison, se llaman Lynch, Monroe, y ese Grant cuya figura podéis confrontar en Hugo, en El año terrible (9). En el arte, en la ciencia, todo lo imitan y lo contrahacen, los estupendos gorilas colorados. Mas todas las rachas de los siglos no podrán pulir la enorme Bestia.

No, no puedo estar de parte de ellos, no puedo estar por el triunfo de Calibán.

Por eso mi alma se llenó de alegría la otra noche, cuando tres hombres representativos de nuestra raza fueron a protestar en una fiesta solemne y simpática, por la agresión del yankee contra la hidalga y hoy agobiada España.

El uno era Roque Saenz Peña, el argentino cuya voz en el Congreso panamericano opuso al slang fanfarrón de Monroe una alta fórmula de grandeza continental (10), y demostró en su propia casa al piel roja que hay quienes velan en nuestras repúblicas por la asechanza de la boca del bárbaro.

Saenz Peña habló conmovido en esta noche de España, y no se podía menos que evocar sus triunfos de Washington. ¡Así debe haber sorprendido al Blaine (11) de las engañifas, con su noble elocuencia, al Blaine y todos sus algodoneros, tocineros y locomoteros!

En este discurso de la fiesta de La Victoria (12) el estadista volvió a surgir junto con el varón cordial. Habló repitiendo lo que siempre ha sustentado, sus ideas sobre el peligro que entrañan esas mandíbulas de boa todavía abiertas tras la tragada de Tejas; la codicia del anglosajón, el apetito yankee demostrado, la infamia política del gobierno del Norte; lo útil, lo necesario que es para las nacionalidades españolas de América estar a la expectativa de un estiramiento del constrictor.

Sólo una alma ha sido tan previsora sobre este concepto, tan previsora y persistente como la de Saenz Peña: y esa fue -- ¡curiosa ironía del tiempo! -- la del padre de Cuba libre, la de José Martí. Martí no cesó nunca de predicar a las naciones de su sangre que tuviesen cuidado con aquellos hombres de rapiña, que no mirasen en esos acercamientos y cosas panamericanas, sino la añagaza y la trampa de los comerciantes de la yankería. ¿Qué diría hoy el cubano al ver que so color de ayuda para la ansiada Perla, el monstruo se la traga con ostra y todo?

En el discurso de que trato he dicho que el estadista iba del brazo con el hombre cordial. Que lo es Saenz Peña lo dice su vida. Tal debía aparecer en defensa de la más noble de las naciones, caída al bote de esos yangüeses, en defensa del desarmado caballero que acepta el duelo con el Goliat dinamitero y mecánico.

En nombre de Francia, Paul Groussac. Un reconfortante espectáculo el ver a ese hombre eminente y solitario, salir de su gruta de libros (13), del aislamiento estudioso en que vive, para protestar también por la injusticia y el material triunfo de la fuerza. No es orador el maestro, pero su lectura concurrió y entusiasmó, sobre todo al elemento intelectual de la concurrencia. Su discurso, de un alto decoro literario como todo lo suyo, era el arte vigoroso y noble ayudando a la justicia. Y [ha] de oírse decir: "¿Qué? ¿Es éste el hombre que devora vivas las gentes? ¿Este es el descuartizador? ¿Es éste el condestable de la crueldad?"

Los que habéis leído su última obra (14), concentrada, metálica, maciza, en que juzga al yankee, su cultura adventicia, su civilización, sus instintos, sus tendencias y su peligro, no os sorprenderíais al escucharle en esa hora en que habló después de oírse la Marsellesa. Sí, Francia debía de estar de parte de España. La vibrante alondra gala no podía sino maldecir el hacha que ataca una de las más ilustres cepas de la vena latina. Y al grito de Groussac emocionado: "¡Viva España con honra!" nunca brotó mejor de pechos españoles esta única respuesta: "¡Viva Francia!"

Por Italia el señor Tarnassi. En una música manzoniana, entusiasta, ferviente, italiana, expresó el voto de la sangre del Lacio; habló en él la vieja madre Roma, clarineó guerreramente, con bravura, sus decasílabos. Y la gran concurrencia se sintió sacudida por tan llameante "squillo di tromba (15)".

Pues bien; todos los que escuchamos a esos tres hombres, representantes de tres grandes naciones de raza latina, todos pensamos y sentimos cuán justo era ese desahogo, cuán necesaria esa actitud y vimos palpable la urgencia de trabajar y luchar porque la Unión latina no siga siendo una fatamorgana (16) del reino de Utopía, pues los pueblos, sobre las políticas y los intereses de otra especie, sienten, llegado el instante preciso, la oleada de la sangre y la oleada del común espíritu. ¿No veis como el inglés se regocija con el triunfo del norteamericano, guardando en la caja del Banco de Inglaterra, los antiguos rencores, el recuerdo de las bregas pasadas? ¿No veis como el yankee, demócrata y plebeyo, lanza sus tres ¡hurras¡ y canta el God save the Queen, cuando pasa cercano un barco que lleve al viento la bandera del inglés? Y piensan juntos: "El día llegará en que, los Estados Unidos e Inglaterra sean dueños del mundo."

De tal manera la raza nuestra debiera unirse, como se une en alma y corazón, en instantes atribulados; somos la raza sentimental, pero hemos sido también dueños de la fuerza. El sol no nos ha abandonado y el renacimiento es propio de nuestro árbol secular.

Desde Méjico hasta la Tierra del Fuego hay un inmenso continente en donde la antigua semilla se fecunda, y prepara en la savia vital, la futura grandeza de nuestra raza; de Europa, del universo, nos llega un vasto soplo cosmopolita que ayudará a vigorizar la selva propia. Mas he ahí que del Norte, parten tentáculos de ferrocarriles, brazos de hierro, bocas absorbentes.

Esas pobres repúblicas de la América Central ya no será con el bucanero Walker con quien tendrán que luchar, sino con los canalizadores yankees de Nicaragua; Méjico está ojo atento, y siente todavía el dolor de la mutilación; Colombia tiene su istmo trufado de hulla y fierro norteamericano; Venezuela se deja fascinar por la doctrina de Monroe y lo sucedido en la pasada emergencia con Inglaterra, sin fijarse en que con doctrina de Monroe y todo, los yankees permitieron que los soldados de la reina Victoria ocupasen el puerto nicaragüense de Corinto; en el Perú hay manifestaciones simpáticas por el triunfo de los Estados Unidos; y el Brasil, penoso es observarlo, ha demostrado más que visible interés en juegos de daca y toma con el Uncle Sam.

Cuando lo porvenir peligroso es indicado por pensadores dirigentes, y cuando a la vista está la gula del Norte, no queda sino preparar la defensa.

Pero hay quienes me digan: "¿No ve usted que son los más fuertes? ¿No sabe usted que por ley fatal hemos de perecer tragados o aplastados por el coloso? ¿No reconoce usted su superioridad?" Sí, ¿cómo no voy a ver el monte que forma el lomo del mamut? Pero ante Darwin y Spencer no voy a poner la cabeza sobre la piedra para que me aplaste el cráneo la gran Bestia.

Behemot (17) es gigantesco; pero no he de sacrificarme por mi propia voluntad bajo sus patas, y si me logra atrapar, al menos mi lengua ha de concluir de dar su maldición última, con el último aliento de vida. Y yo que he sido partidario de Cuba libre, siquier fuese por acompañar en su sueño a tanto soñador y en su heroísmo a tanto mártir, soy amigo de España en el instante en que la miro agredida por un enemigo brutal, que lleva como enseña la violencia, la fuerza y la injusticia.

"Y usted ¿no ha atacado siempre a España?" Jamás. España no es el fanático curial, ni el pedantón, ni el dómine infeliz, desdeñoso de la América que no conoce; la España que yo defiendo se llama Hidalguía, Ideal, Nobleza; se llama Cervantes, Quevedo, Góngora, Gracián, Velázquez; se llama el Cid, Loyola, Isabel; se llama la Hija de Roma, la Hermana de Francia, la Madre de América.

¡Miranda preferirá siempre a Ariel; Miranda es la gracia del espíritu; y todas las montañas de piedras, de hierros, de oros y de tocinos, no bastarán para que mi alma latina se prostituya a Calibán!